viernes, 16 de julio de 2010

MERIENDA BÉLICA

Todo adulto que se jacte de tal, por adulto entendemos a todo aquel que supere los 18 años de edad, debe tomar ciertas decisiones. Y la rivalidad entre El Club del Café y El Club del Té se basa justamente en esa decisión.
Una vez dentro de cualquier café (nótese que El Club del Café lleva ventaja al utilizar su propio nombre para denominar a cualquier bar de medio pelo) cada persona, ya sea con gestos a cierta distancia o con educadas palabras, pedirá una bebida para hacer la conversación más amena. Allí uno podría ordenar un café, ya sea en posillo, jarrito o taza dependiendo de la sed que uno tenga o el interés que haya en la charla. Y puede ordenarlo fuerte, doble, cortado, con leche o lágrima dependiendo de qué tan seguro esté uno de su sexualidad. Mientras que ordenar un té parece algo más sereno, y la gran variedad de té que hay se vuelve tentadora, en especial si pensamos que existen clases de té que, supuestamente, ayudan a combatir los dolores (este rumor resulta muy eficaz entre la gente de mayor edad, El Club del Té contraataca).
Agregar azúcar es optativo, aunque bajo ciertas circunstancias y en ciertos entornos puede valorarse como una muestra de debilidad. Mientras que utilizar sacarina se vuelve imperdonable, por lejos la peor traición a los integrantes del Club del Café. Estos últimos son bastante susceptibles con respecto a sus hábitos. Aún así, tiempo atrás se vieron obligados a inventar la lectura de borra de café, para atraer parte del público senil que el té había cautivado (Café no se rinde). Por su lado, los ambiguos miembros de la orden del té no temen incursionar en prácticas que harían estremecer a cualquier integrante de su bando rival. Sin escrúpulo alguno toman la decisión de permitir la ingestión de té frío (golpe bajo por parte de los seguidores del Té). Este acto acrecienta el odio mutuo. Y por si fuese poco con traicionar las raíces a las que el café es fiel, permiten la utilización del hielo para lograr el conocido té helado. Queda claro que las infusiones, o sus partidarios, también cometen crímenes de guerra.
Incontable es la cantidad de pavas calientes que cada parcialidad lleva en su haber. Sin importar la estación del año, el frío o el calor que haga, la lucha tácita permanece vigente entre enemigos que descansan en la misma alacena. Y cuyo único punto de acuerdo, firmado en un pacto del que no se lleva registro, es que Nadie puede gustar de ambos clubes al mismo tiempo. La militancia en las filas de estos brebajes no es para cobardes.
Bohemios amantes de la cafeína siempre encontrarán refugio en el fondo de sus tazas. Mientras que los devotos consumidores de té sentirán grandeza al sostener sus pequeñas cucharas. Sin descanso feligreses de todo el mundo se debatirán revolviendo sus pasiones en esta merienda bélica. Personalmente, siempre me gustó la chocolatada.

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